¡Hola, mundo!
No sé si a alguno de nuestros lectores le pasa como a mí y la primavera pone a prueba sus fuerzas. No me atrevo a decir que padezco la clásica astenia que diagnostican los médicos con la llegada de la estación, pero sí experimento una bajada de energía que, a menudo, da vía libre a algún virus para hacer de las suyas. La mascarilla, probablemente, me ha librado de ellos este año, pero no de algunas contracturas y dolores de espalda más molestos de lo habitual. Nada que unas clases de pilates, un buen fisioterapeuta, los habituales paseos con mi perro y un batallón de vinos e historias estimulantes como las siguientes no puedan curar. [De la pandemia ya ni hablo; forma parte del decorado].
Empezamos esta miscelánea con mucho rioja de pequeños productores y clásicos que vuelven. Además, nuevas expresiones para pueblos y variedades y las últimas novedades del siempre inquieto Fernando Mora MW.
9 de marzo. Preludio con Monopole Gran Reserva
En los últimos coletazos del invierno, un día soleado y de cielo “azul Madrid” dio la bienvenida al primer evento presencial de la temporada para un grupo de periodistas en la agradable terraza del restaurante Arzábal junto al museo Reina Sofía. Mesas individuales, separaciones reglamentarias y la alegría de volver a ver a los compañeros en el mundo real (en el virtual coincidimos con relativa frecuencia). Cvne lanzababa su nuevo Monopole Gran Reserva de la mano de la enóloga María Larrea y del consejero delegado Víctor Urrutia, que se presentó enfundado en la bata de trabajo del laboratorio, tan “vintage” como las etiquetas antiguas que se han recuperado para la ocasión.
Cvne lleva elaborando blancos desde el siglo XIX y la marca Monopole se registró en 1915. El particular truco de la bodega en la década de los cincuenta para aportar estructura a las viuras de Haro, que daban vinos ácidos y delgados de poco más de 11% vol., fue añadir una pequeña partida de manzanilla del sur. La falta de demanda llevó a abandonar esta práctica en los ochenta, pero en la cosecha 2014 se recuperó para alumbrar un nuevo, delicioso y sápido blanco al que se bautizó como Monopole Clásico, para diferenciarlo de la versión joven y afrutada que se había mantenido en el mercado.
Como contó la enóloga María Larrea, el nuevo Gran Reserva explora la capacidad de envejecimiento de este estilo alargando la crianza a cinco años en barrica vieja y lleva un porcentaje algo mayor de manzanilla: 12% frente a 8-10% en el Monopole Clásico. El estilo es más oxidativo y opulento con aromas a orejones, frutos secos (avellana, almendra) y especias (nuez moscada). El paladar es cremoso y glicérico con fantástica sapidez y un largo final salino. La mala noticia es que solo se han elaborado 778 botellas que, a un precio de 100 €, lo convierten en el vino más caro de la casa.
A los que no manejamos estos presupuestos siempre nos queda la opción de hacernos con alguna botella de Monopole Clásico (20 €) y envejecerla en casa. Por cierto que el joven básico, a la venta por menos de 6 €, es el blanco para todos los públicos pero sin el toque genial de la manzanilla. Los precios impiden cualquier confusión entre los tres Monopole.
23 de marzo. Microvinificaciones con Tomás Cusiné
A partir de la experiencia de la bodega familiar de Castell del Remei, una de las grandes fincas históricas catalanas que ya embotellaba cabernets en los años veinte del siglo pasado, la trayectoria de Tomás Cusiné pivota en torno a la Sierra de Prades y a la viticultura de montaña. Allí ha ido creando sucesivamente las bodegas Cérvoles Celler y Tomás Cusiné en territorio de DO Costers del Segre (Lleida) y, al otro lado de la sierra, ya dentro de la DO Conca de Barberà en Tarragona, Cara Nord.
El último proyecto, que pudimos probar en cata virtual, es una colección de microvinificaciones que explora el potencial de distintas variedades en viñedos de montaña, todos ellos adscritos a viñedos de la bodega que lleva su nombre y que cuenta con certificación ecológica desde 2018.
Fue muy interesante comparar la cariñena Finca Barqueres, de perfil serio, estructurado y mineral y 24 meses de barrica, con la jovial y expresiva Carinyena Fantasía 2020, una versión más aérea, juvenil, fresca y directa, con frutos azules (arándanos) y frescos herbales. La Garnacha del Triangle 2020, de una viña plantada en 1999 a 720 metros y algo de raspón en la vinificación fue uno de los vinos más expresivos o notas florales y especiadas (violeta, pimienta rosa) y excelente carga frutal. Tenía más estructura que la cariñena y un grado alcohólico (15,5%) bastante bien gestionado.
Entre las variedades internacionales, la Syrah del Moret 2017 nos sorprendió por la expresión floral y de frutas azules pese al envejecimiento en barrica (de 600 litros) y un paladar amplio y amable de muy buena textura, muy diferente de otras syrah mediterráneas más pesadas. El Cabernet del Moret de la misma añada también reflejaba similar amabilidad y opulencia. Según Tomás Cusiné, pese a que la bodega que lleva su nombre en El Vilosell está apenas a cinco kilómetros de distancia de Pobla de Cérvoles, su otro proyecto en Costers del Segre, los vinos son casi opuestos; amables y cremosos los primeros (como es el caso del syrah y el cabernet); más agresivos y necesitados de doma los segundos.
Probamos también un macabeo brisado elaborado sin sulfitos con toques oxidativos en nariz, pero paladar cremoso. La macabeo es la variedad blanca de cabecera de Cusiné hasta el punto de haber plantado tres hectáreas más y anunciar la próxima salida al mercado de un gran reserva blanco. “Cultivada a 700 metros de altitud, donde puede llegar a alcanzar los 14 y 15 grados, aporta recorrido y es la base estructural de todos nuestros blancos”, señaló.
23 de marzo. Añada 2017 de los vinos de pueblo de Legaris
La ventaja del mundo virtual es que se puede pasar de una cata a otra en un abrir y cerrar de ojos. En apenas cinco minutos, dejamos atrás las montañas catalanas para conocer la nueva añada de los vinos de pueblo de Legaris. La bodega del grupo Codorníu Raventós en Ribera del Duero lleva dando voz a algunos municipios de destacada personalidad desde la cosecha 2015. En esta tercera edición se han mantenido dos de los pueblos iniciales, Alcubilla de Avellaneda en Soria y Moradillo de Roa en Burgos, y se ha cambiado de nuevo el tercero de la colección. En 2105 fue Olmedillo, en 2016 La Aguilera y en esta última cosecha 2017, Peñaranda de Duero.
Según el responsable de Legaris, Jorge Bombín, la cosecha 2017 fue particularmente complicada por las duras heladas de primavera y la vendimia muy temprana que impidió trabajar con grados moderados (todos los vinos llegan a 15% vol.). La maduración más rápida, por otro lado, tiende a minimizar las diferencias entre zonas. De ahí que los pueblos que salieron finalmente al mercado comparten su ubicación en zonas altas y frescas. Estas fueron nuestras impresiones de estos tres tempranillos que se comercializan en el entorno de los 32 € en España.